Aspectos generales para cuidar la autoestima (parte 2 de 3)

Sigamos hablando de autoestima, entendiendo que el objetivo de estos textos es que el lector pueda comprender de la manera más gráfica posible el término y por ende manejarlo adecuadamente en su vida y la de los niños.


Me gusta pensar que todos nacemos con una enorme bóveda bancaria vacía. Es una bóveda de verdad enorme y se encuentra totalmente vacía al momento de nacer. Esta bóveda se llena con afecto, esa es la moneda que opera en este lugar, el afecto. Como en todo banco, nuestra bóveda personal tiene depósitos y retiros. 

Los primeros y principales depositantes son nuestros padres. Ellos aportan la mayor cantidad de capital a nuestras bóvedas. Cada vez que una madre o un padre le dicen a su hijo: te amo, le abonan una enorme cantidad de dinero a la bóveda. Sin embargo, cada vez que un padre de familia descalifica a su hijo, lo abandona, o le queda mal, le hace un retiro normalmente del doble que los depósitos habituales.

Una de las primeras cosas que debemos entender como educadores, es que en la medida de lo posible, nuestra responsabilidad es que los niños vayan a la cama con más capital en sus bóvedas del que tenían al despertar. 

El vacío que experimentamos en la bóveda, así como los retiros de los que somos sujetos, nos generan un estado de ansiedad prácticamente permanente. Es ansiedad existencial. Normalmente la ansiedad es tan aguda que generamos alguna estrategia para su control: compulsiones, adicciones, comportamientos dependientes, compras compulsivas, ingesta descontrolada, críticas, chismes, mentiras, etc. Estas estrategias se dirigen, insisto, al control de la ansiedad que genera el vacío en las bóvedas, mas no (y esto es de importancia capital) a llenar la bóveda de dinero. Estas estrategias defensivas terminan siendo costosas, pues usan dinero del disponible en bóvedas para sostenerse y perpetuarse. 

Analicemos el comportamiento de los elementos que pongo a tu consideración: hay niños que naturalmente producen depósitos en sus bóvedas bancarias. Son agradables, caen bien. Sus familias los hincharon de capital y cuando salen al entorno reciben reconocimiento y aceptación de sus pares, de las autoridades escolares, suelen ser niños sobresalientes, de comportamientos socialmente aceptados y de alto rendimiento en las actividades académicas y deportivas. Estos niños comparten las aulas con otros que tienen muy poco capital para operar, niños golpeados, humillados por sus familias, niños de pocos recursos que caen mal, que reciben agresiones de sus pares, son ignorados por sus maestros y en general tienen más descuentos que depósitos. Están sentados en el aula, la maestra hace una pregunta, el niño con poco capital en la bóveda se sabe la respuesta, pero sabe también que los recursos que tiene le deben rendir para toda la jornada escolar, donde en el recreo le quitarán el lunch, lo acosarán y lo dejarán solo, también le tiene que alcanzar para su hogar, en donde su madre lo va a regañar, le va a dar una comida rápida y lo va a dejar solo para hacer la tarea, sin supervisión y sin compañía, por la noche su padre llegará a casa a pelear con su madre, nadie lo ve, nadie le pregunta qué siente, nadie lo nota. El pequeño con grandes recursos afectivos levanta la mano y genera una respuesta incorrecta, la maestra lo corrige, esto le supone un descuento, pero no importa, tiene millones. El pequeño con pocos recursos se sabía la respuesta correcta pero prefirió no correr riesgos de perder lo poco que tiene y perdió igualmente la posibilidad de tener otro depósito. Ellos dos compiten en en aula y fuera de ella, una competencia que nunca será justa.

Otra de las posibilidades de tener pocos recursos en la bóveda, es gastarlo todo de un tirón en apuestas sin sentido. Si tengo tan poco, ¿qué más da? Ahí va todo mi resto. Entonces las conductas de riesgo se hacen posibles, faltarle al respeto a las autoridades escolares, pelearse con los compañeros, la drogadicción, el alcoholismo, el conducir a altas velocidades, etc. 

Todo buen negocio requiere una inversión. Este es otro elemento que un buen educador debe tomar en cuenta para poder generar una autoestima saludable. Darle todo a los hijos sin que ello se lo ganen o lo merezcan únicamente los hace caprichosos y tiranos, provocando rechazo y posteriores retiros de capital a sus bóvedas, experiencias dolorosas por lo incomprensibles que son. Un padre debe corregir, debe permitir que el hijo se gane las cosas que desea, debe de sentar las bases de la realidad externa para que el niño integre y aprenda a funcionar en el mundo. Estas acciones ocuparán dinero de la bóveda, pero no en forma de retiros, sino de inversiones que generarán mayor capital a futuro. 

¿Cuánto dinero hay en tu bóveda del afecto? ¿Cuánto has ayudado a tu hij@ a llenar su propia bóveda? ¿Cuántas estrategias defensivas usas para controlar la angustia? Estas son preguntas importantes para tener una autoestima saludable.

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