Cuando los niños se ponen tristes.

Normalmente cuando la vida nos pone en contacto con ciertas emociones que no nos son agradables, el enfoque general es tratar de escapar de ellas, evadirlas, distraerse, hacer un ajuste para no sentir.

Hablando en concreto de la tristeza, con mucha frecuencia escucho el: "¿de qué me sirve llorar?", "¿para qué me quedo triste si así no se resuelve nada?", "¿para qué lloras?". Nada más alejado de la realidad.

De entrada tomemos en cuenta que los procesos emocionales responden a necesidades del organismo. De la misma manera que cuando el cuerpo requiere energía, genera la sensación sueño y/o hambre, cuando se requiere la elaboración de alguna experiencia, el organismo recurrirá a una de estas sensaciones comúnmente conocidas como emociones o sentimientos para que el individuo ponga atención y resuelva la situación.

Como las necesidades psicológicas son en principio menos contundentes que las fisiológicas, es más fácil que el individuo las obvie o pase por alto, sin embargo, las consecuencias por no atenderles serán igualmente perniciosas en el largo plazo.

Te comparto querido(a) lector(a) una experiencia extrema de la vida real:

Una mujer de 28 años se embaraza, el padre de la criatura recibe la noticia feliz y comienzan los trámites de matrimonio cuanto antes. A los pocos meses, se enteran de que el padre del chico tiene cáncer estomacal, empeora con rapidez, y es internado en el hospital del cual ya no sale. A las pocas semanas de haber sido internado, la chica se entera de que su bebé in utero ha muerto por una torsión del cordón umbilical que le cortó el flujo de alimento, oxígeno y sangre, es sometida a un legrado. El padre del niño muere en breve.

Es decir, en el lapso de un año, esta mujer pasó de ser soltera a madre, de madre a esposa, de esposa a perder al bebé y de perder al bebé a ser viuda.

Todo lo afrontó con una fortaleza y solidez de carácter impactantes. Nunca se quebró, acompañó en su agonía a su esposo todos los días mientras se atendía y trabajaba e incluso consoló a los demás involucrados. Una vez muerto el marido, ella siguió trabajando incansable y pensando en reconstruir su vida.

Dos años más tarde, comenzó a padecer de insomnio, después de ansiedad y finalmente de ataques de pánico cada vez más agudos hasta que quedó prácticamente incapacitada sin poder trabajar, estar sola, desplazarse.

Un ejemplo de lo que ocurre cuando no nos detenemos y atendemos con cuidado y esmero las necesidades psicológicas del organismo.

Estar tristes es una necesidad organísmica, la persona que contacta con su tristeza y la vive bien, la integrará y saldrá de ella naturalmente, podrá entonces experimentar el enorme abanico de posibilidades emocionales que le da la vida con toda su intensidad. Por el contrario, obviar las necesidades emocionales (en este texto solo me refiero a la tristeza, pero los resultados en todos los procesos de elaboración se presentan con fuerza) implica vivir consecuencias importantes a mediano o largo plazo, que acarrean mayores problemas que el vivir con intensidad temporal un proceso. Los ataques de pánico, la angustia generalizada o la depresión profunda son solo algunos ejemplos de lo que puede experimentar una persona que pospone o evade una de las necesidades psicológicas que narumalmente sobrevienen.

Así que la próxima vez que tu o tu hijo(a) se sientan tristes, recuerda, date tiempo para sentirlo, para llorarlo, para integrarlo, eso no quiere decir dejar de trabajar, moverse o funcionar, solo quiere decir dedicarle el tiempo a resolver nuestras necesidades más importantes.

De la verdadera validación y apoyo a los hijos.

¿Cuántas veces los hijos llegan con un recado a casa y refieren una versión diferente de la que el maestro reporta?

¿Cuántas veces frente a un conflicto, los hijos platican hechos distintos de los que comparten sus compañeros?

¿Qué hacer en estas circunstancias?

Hay padres que se aferran a creer ciegamente lo que sus hijos dicen, creyendo que con esta actitud los favorecen, califican y apoyan. Hay padres que por el contrario los cuestionan e invalidan de manera automática.

Creo que lo que juega en contra de la postura adecuada y por ende, en contra de los niños es la pérdida de claridad y perspectiva del objetivo primordial de los padres, a decir, la formación de los hijos.

Pensemos en un entrenador de un atleta con miras a los juegos olímpicos. Un buen coach, confía plenamente en la capacidad y potencialidad de su atleta, sin embargo, con el objetivo de ayudarle a explotar y vivir el cien por ciento de su capacidad, lo observa con mirada crítica, buscando siempre el apoyo a través del reconocimiento de aquellas habilidades que logra y el señalamiento de los malos hábitos o habilidades que aún no logra. El entrenador entonces asume un doble proceso simultáneo, por un lado, la confianza absoluta de que su entrenado puede lograr ganar las medallas,  y por otro lado, la conciencia total de que el atleta en cuestión (y aquí viene lo importante), está apenas logrando las habilidades que lo van a hacer un ganador, es decir, no cuenta con ellas aún.

Si el entrenador confía en que el atleta tiene ya todo lo necesario para poder salir avante en el compromiso, pierde el foco de su labor, deja de ser crítico, deja de corregir, de marcar áreas de oportunidad, de señalar logros y por ende, deja de ser efectivo en su labor de enseñanza. Al final, este entrenador deja de entrenar y terminantemente deja de apoyar a su atleta quien ahora, por una deficiencia de su maestro, tiene menos oportunidades de ganar una medalla.

Regresemos a la situación con la que iniciamos: el profesor o el compañero comentan que el(la) hijo(a) ha generado una falta y se solicita que se le corrija desde casa, el(la) hijo(a), por su parte niega los hechos y provee una versión distinta. Padre, madre de familia, tutor, recuerda que tu primer labor, la más importante es la formación de tu hijo(a), no su validación, y es importante que esto no lo pierdas de vista. El apoyo, no es validar todo lo que dice tu hijo(a) en estos momentos, eso no es apoyo, eso es complicidad, eso es ayudarle a salirse con la suya, eso es negar una verdad básica y general: es muy posible que tu hijo(a) mienta con tal de evitar una consecuencia aversiva, con tal de salir avante.

¿Cómo se manifiesta el apoyo en esta situación entonces? Nuestra labor como educadores es creer firmemente, desde nuestro propio centro, que nuestros educandos son capaces (de verdad lo son) de ser honestos, auténticos y absolutamente responsables, sin embargo, recuerda, que apenas están en el proceso de formación de estos valores, que son valores difíciles de vivir, que las consecuencias dan miedo, generan resistencia, duelen y que los niños están gobernados por el principio del placer que Sigmund Freud esbozó con tanta maestría, por ende, es probable que traten de salir por la tangente. Con esto en mente, es decir, "Mi hijo(a) es perfectamente capaz de decir la verdad y asumir sus consecuencias responsablemente, pero apenas está aprendiendo", hay que abordar la situación con mirada crítica.

El padre que no lo hace así pierde la posibilidad de mostrar al educando una enorme lección. La honestidad no se construye con confianza ciega en lo que se dice o hace, se construye creyendo en la posibilidad absoluta de esa capacidad. Cuestionar al hijo, validar la postura del maestro, hablar de las posibles consecuencias de ser descubierto en una mentira, desde una postura completamente aceptante de la persona, no de sus hechos, es lo que permitirá al niño ir poco a poco eligiendo la verdad como camino en su propia vida.

Paradójicamente los padres que dicen ciegamente: YO LE CREO A MI HIJO(A), le enseñan a mentir, a evadir, a salirse con la suya a pesar del bienestar de los demás. Los padres que reprenden y regañan ciegamente antes de enterarse, solo invalidan, lastiman y abandonan a los pequeños. No, ningún extremo es recomendable, sino, el punto medio: hijo(a) sé que estás aprendiendo a ser honesto(a) y auténtico(a) y que en el camino de la construcción de estos valores vas a enfrentar muchas pruebas y que probablemente falles algunas, pero yo te acepto y te amo, aunque no esté de acuerdo con algunas cosas que elijas, sin embargo, siempre, SIEMPRE, puedes confiar en que desde una profunda conexión amorosa, voy a señalarte cuando te equivoques y voy a permitir que te enfrentes tus circunstancias y que las resuelvas viviendo tus consecuencias.

Recuerda, el apoyo, es que tu hijo sepa que cuenta contigo sin importar lo que hace o lo que es, y a veces cuenta contigo para que lo corrijas, nadie más en el mundo lo va a hacer desde el amor y el interés de que sea la mejor versión de sí mismo, no le prives de esa oportunidad haciéndote cómplice o abandonándole.

Éxito en tu labor.

 
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